Andá a buscarte nomás, hacé lo que quieras, como si estuvieses perdido. Llamate por teléfono o mandate un mensaje, activa el GPS si no sabes a dónde te dejaste. Salir a buscarse, no es una tarea para cualquiera, hay que tener coraje para mirarse a los ojos. Sacar de la mochila todo lo que cargaste, todo eso que no querías ver, que lo sacaste a pasear y ahora duerme con vos.
Hay que tener coraje para sentarse a hablar con uno. Nadie te dice lo que tenés que hacer. Pocos te conocen, debes ser simplemente vos. Hay que crear lazos, generar confianza, aunque no sepan bien de donde venís. No saben nada de vos. Y tenes que hacer que confíen en lo que sí sabes, vos sabes qué clase de persona sos. Tenés que mostrárselo.

Hay que tener coraje para agarrarse la mano, pegarse un grito y salir a caminar. Atreverse a que tu sueño te deje temblando, aunque a veces mire el abismo. Sí, te gusta la adrenalina, y lo seguís haciendo. Superaste tus límites. Sabes que siempre hay un trozo de alambrado bajo o una ventana por donde saltar. Tienes que pedir ayuda, mucha ayuda. Y si lo hiciste bien, lo vas a cosechar con creces. Si los planes se te cambiaron, cómo si se diese vuelta tu brújula, es porque te está indicando el camino correcto.
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>>Hay que tener coraje para agarrarse la mano,
pegarse un grito y salir a caminar.<<
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Cuando viajás solo, hacer amigos en el camino se vuelve una costumbre diaria. Y todos van enseñandote algo. Y esa persona que te cruzaste, es la que tenías que conocer. Hacele caso, contale tu historia, tus miedos, tus sueños, escuchá la suya. Ahí está la clave: en la catarsis. En descubrir que tus miedos son como los del resto, de la misma familia, aunque los tuyos tengan otra cara.
A todos nos da cosquilla asomarnos al abismo de no saber. Con la certeza que a veces caminamos sobre arena, que perdimos de vista el horizonte. Pero estate seguro de que el miedo se va a volar a otra cabeza, se va a quedar quietito, al menos, cuando escuches lo que te dice el corazón, cuando le des voz a tus latidos y no a los de afuera. Porque ahí estamos, solo ahí dentro y con uno mismo, toda la vida.
Te aviso: sí, la aventura es divertida, recorrer nuevos paisajes, hacer nuevos amigos, reírte de más da adrenalina Pero todo empieza cuando en el momento de silencio decidís revolver esos cajones. Y al mirar con otros ojos, te expandiste. Escuchaste otras historias, cambiaste tus límites. Y así un día te llega la revelación.
Y la sorpresa, o no tanto. Quizás solo le diste más voz a los de adentro, porque apagaste el parlante de afuera. Ya ahí te viste. Y ahora podés esquivarlo, sí, y volver a tu molde de antes. Pero te tengo una mala noticia: no se va. Ya sabe que lo sabés. Que ahí encontraste eso que estabas buscando y le diste vida. Ahora se pone jodido el viajecito. Le decimos que sí, le decimos que no. Que no sos vos, soy yo pero… pero que si la viste, cagaste.

Y se viene el torbellino de ideas. Ya ahí que te encontraste con el vos que querías. Ahí hay que tener coraje. De agarrarlo de la mano y a los ojos decir que sí. Que no sabes cómo, ni por dónde. Pero seguro de que ese es el camino.
Hay que tener coraje para seguir. De saber que no ves más allá, que pude haber neblina, precipicios, más montañas y alguna que otra planicie. Pero si le decís que sí, no hay vuelta. Por más que quieras no podes escapar, porque te lo prometiste a vos. ¿Cómo te vas a decir todas las mañanas que te fallaste? Sí, cagón, no lo intenté. Pero me daba miedo. Sí, da pánico. Pero dicen que el universo a veces conspira a nuestro favor cuando nos alineamos. Y que las casualidades no existen. Que no saber dónde estarás parado en 1 año no importa. No lo sabés de todas maneras. Pero que vale más saber dónde estás parado hoy y hacia dónde apuntan tus pies. Esa brújula no te va a fallar nunca. Seguila.
Vale más saber dónde estás parado hoy y hacia dónde apuntan tus pies. Esa brújula no te va a fallar nunca. Seguila.
Puede que no sigas la ruta asfaltada y haya que hacer un que otro desmalezamiento. Pero ahí está la riqueza, en encontrar otros senderos, en admirar tu horizonte desde el punto que vos elijas. Es bueno lograrlo, pero más importante es lo que aprendiste para llegar. Es disfrutar del trayecto, unir puntos.
Así vas bien, si seguís sosteniendo la sonrisa. No hace falta cruzar el charco, si no a vos mismo.
No hace falta tomar un avión, necesitas viajar para adentro. Mirarse al espejo, pero no solo para saber si estás bien peinado. Mirarse a la cara y decir: “¡Vamos sí podemos!”. Déjate ser, desplegá las alas, aunque estén un poco atrofiadas, sácales el polvo, que ellas saben cómo volar.
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No hace falta cruzar el charco,
si no a vos mismo.
No hace falta tomar un avión,
es viajar hacia adentro.
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Quedarte sentado en un rincón no va a ayudar. Salir a buscarse no es fácil: hay que tocar el timbre, pedir permiso y sentarse a escuchar. Sacarte partes que a veces duelen, pero vuelven a crecer y se hacen mejores.
Limpiarse de dudas, de pájaros carpinteros. Abrí la jaula, y que vuelen con vos. Decite más “Te quiero” y menos “No puedo”. Dejá de alimentar a tus monstruos. Haceles mimos, que se vuelven chiquitos e inofensivos.
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Decite más “Te quiero”
y menos “No puedo”.
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Es ponerte un traje de loco. Es perseguir a veces cosas ilógicas, cargar la mochila de telas y colores y menos ropa, es que te miren con cara rara, que no te entiendan. No importa, sos vos.
Es eso que llevo dentro y no se escapa, ni se fue, solo me invitaba a bailar un poco más.
Hay que tener miedo, sí, es lo que nos impulsa a cruzar el límite y lo que después trae recompensa. Que a veces no saber donde vás, te trae las mejores sorpresas. Que si buscas, vas a encontrar. Y se pedís, se cumple, y ahí está el valor en vivirlo completo.
Hay que tener coraje para salir a buscarse. Pero no vale ni un décimo de la gratificación que llena encontrarse y decirse: ¡Dale, seguimos! ¿Dónde está el próximo desafío?
Querete así, como sos. Aunque te falte alguna parte o se te despintó un rincón. No te preocupes por el destino final. Es bueno tener una meta, pero el verdadero sabor está en disfrutar del trayecto.

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