Tenía que cruzar de Cairns a Darwin, casi 3000 km por el desierto, para llegar a otro evento de arte aborigen. Quería seguir por tierra, ya la aventura se me ponía caprichosa. Para semejante movimiento, aún me faltaban muchos miles de kilómetros. Por tierra no tenía muchas opciones: no tenía auto, colectivo no hay y me rehusaba a tomar un avión. Quería sentir los kilómetros de la nada, como dicen. Así que basada en mi experiencia anterior, de viajes compartidos, me puse a buscar avisos de gente que ofreciera viajes. Encontré un chico Neozelandes que necesitaba llegar rápido a Darwin por estudios, y después una Alemana que se sumó. Así que allá partimos, con todo lo necesario para cruzar el desierto.
Cuando cruzás al Territorio norte, cambia la hora, el asfalto deja de ser gris para ser rojizo. Aparecen gigantes montículos de tierra roja como si enormes castores sacaran tierra de abajo, pero son montañas que las termitas construyen y llegan a medir hasta 3 mts de alto. A veces da la sensación de transportarse en el tiempo y los colores se vuelven vibrantes.
Es el territorio de lo natural, el famoso remoto outback, el miedo a lo desconocido, la desolación del desierto, a mí me daba curiosidad. Mirando el mapa desplegado de Australia, el medio es la nada, pocas poblaciones. Pero la aventura lo valió. Tuvimos noches de camping con viento, no tan divertidas. Y festejamos el cumple de la alemana en el medio de la nada, literal, con una torta improvisada. Vimos increíbles atardeceres, y muchos canguros.
Paramos en Devils Marbles, una formación de enormes rocas que te hace sentir en la vida de Los Picapiedras. Para caminar y saltar entre las piedras, encontrar rincones, ver cómo cambian los colores con el sol. Eso se sentía el Outback, la tierra roja que nos indicaba que ya estábamos adentro. Te dejan acampar en el mismo parque, así que amanecimos con nuevo paisaje.
Retomamos la ruta al norte. Hicimos la parada estratégica por una cerveza en el famoso pub de Daly Water. Es el pub más remoto del país, y una especie de santuario donde cada uno deja algo desde ropa interior, zapatos, carteles, dibujos, placas, lo que busques es un museo! Y por fuera también parece una escenografía de cosas antiguas.
Para relajarnos nos sumergimos en aguas termales de Mataranka, transparentes, azul turquesa y tibias. Desperezar el cuerpo después de tantos kilómetros no estaba mal. Un poco más al norte, acampamos en el Parque Nacional Lichfield. Hay muchos puntos para ver, se necesitan un par de días, lo nuestro fue visita fugáz. El camping dentro del parque se suele llenar rápido. Hay caminatas por la montaña, entre cascadas, enormes quebradas que terminan en piletones para un buen chapuzón en agua bien bien fresca!
Y así llegué en pocos días a Darwin, directamente a ver la fería.
Ya había hecho contactos para un voluntariado en un centro de arte aborigen en medio del outback. Después de decidir ir a ese centro de arte vinieron una serie de causalidades que terminaron de confirmarme que estaba en el camino correcto. Mirando fotos del viaje, descubrí que le había sacado foto a una etiqueta de esa organización para contactarlos, pero en el camino me olvidé. Después, charlando con una de mis compañeras de cuarto de Cairns, una irlandesa muy simpática, acababa de venir de hacer voluntariado en el mismo lugar. Me dijo que fue una de las mejores experiencias que tuvo. Hay sólo seis voluntarios por vez en este centro de arte, así que encontrar a una en la misma habitación, que somos 4, superaba todos los pronósticos de casualidades.
En la feria de Darwin conocí a los del voluntariado. Recorrí cada stand con curiosidad. Descubrí, que muchos hacen textiles, como a mí me gusta, así que hice nuevos contactos. Es distinto a otras zonas, el arte del centro está más basada en el “Dream Time” que son los tiempos de la creación de la tierra desde la mirada aborigen. Conectados con los cambios del clima y la tierra. Colores más intensos, rojizos, con más fuerza, que cuentan historias y transmiten esa pasión.
Ni yo me creo donde estoy, ni donde llegué, ni lo que quiero seguir. Empecé un día con unas ideas locas y una cosa llevo a la otra.
«Que cuando deseamos algo el universo conspira para que las cosas se den», parece que se cumple. Cada día me digo, tengo que tener cuidado con lo que pienso, porque después hay que atreverse a vivirlo.
Todo este camino me llevó a reflexionar sobre mi experiencia de vivir en sudamerica, en la inseguridad de no andar solo, menos siendo mujer. Desde chica nos repiten que no estemos solas, que no hablemos con extraños, que no subamos a auto de quien no conocemos. Viajando conmigo misma, me obligó a romper todas esas reglas. Tomando todas las precauciones pertinentes, por supuesto, y siguiendo la intuición nunca falla.
De a poco y haciendo retrospectiva a estos pocos meses en tierras australianas, todas las mujeres que cruce y comparti amistades, son mujeres que viajan solas. Rompen esquemas, van por aventura, y cada una a su manera me fue empujando. Me fueron alentando a seguir, me aportaron ideas. Como siempre digo, no creo en casualidades, podría haberme hecho amiga de otras, no?. Hay tantas historias, que hacen sentir la propia una más, da valentía saber que somos muchos los que buscamos caminos distintos.
Además de responderme a mi misma, después de los miedos con los que me fui, que iba a estar sola, creo que no llegue a pasar 24 hs conmigo. Obviamente es cuestión de cada uno, a veces se necesita soledad, pero lo divertido es tener siempre planes distintos con gente nueva, dejarse sorprender que es cuando salen las mejores cosas.
Yo quería perderme, y tenía que soltarme entera a la ruta. El eje se fue poniendo en lugar y estoy moviendo mi interior. Tal vez deba algún día disculparme a mis esquemas rotos, pero hoy solo estoy segura de que no puedo volver atrás.
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