Pasado el recreo turístico llegué al final de este tramo, la última parada del bus, Cairns. El primer destino que me fijé como objetivo, para asistir al Cairns Indigenous Art Fair, que se realiza a mediados de julio. Había llegado a encontrarme cara a cara con este propósito que buscaba, esta brújula de arte que me había fijado como objetivo. Esta es la famosa ciudad de la gran barrera de coral, me sorprendió por completo, me recibió con cariño desde que baje del colectivo, me enseño muchísimo y fue un gran empujón para seguir adelante.
Llegue de noche también, ya acompañada de todas las que veníamos viajando juntas hacía varios días. Paramos en un hostel, que por tan barato le faltaba todo. Pero me desperté escuchando alguien hablar argentino perfecto, creo que lo asuste al chico de la emoción. Era el primer lugar donde encontraba un par de compatriotas viviendo, haciendo la experiencia en Cairns. Después me mude a otro hostel, sobre la costanera, que tampoco brillaba, pero por unas horas de trabajo tenía hospedaje, había empezado a utilizar los intercambios del trueque.
Cairns, es una parada obligada y un fin de viaje para la costa este. Hay joda para todos los gustos. A mí me llamó el verde de las calles, aunque la humedad hay que superarla y hasta los arboles le salgan hongos. Hay plantas por todos lados, muy tropical. Mi ojo de diseñadora encontró un gran desarrollo de mobiliario urbano. Plazas y una atrapante rambla con pileta que simula playa artificial. No se puede llegar al mar, es feo porque está la barrera de coral, se vuelve pantanoso, y quizás haya unos cocodrilos paseando. No hay olas y muchos barcos, es sólo para mirar el horizonte.
Yo en cambio me perdí en las galerías de arte nativo, las plazas, hasta pase tardes en la biblioteca leyendo sobre historia aborigen. Paseo al jardín botánico, snorquel en la gran barrera de coral, asados con argentinos, mates en la rambla, salidas, despedidas y nuevos amigos. Ahí empezó a tomar el sentido mi andar a encontrarme con el arte que buscaba. El museo de Cairns, justo tenía exposición de textiles aborígenes, así que allá fui perdida entre los colores.
Entre varías, que ya veníamos compartiendo rutas, alquilamos un auto para explorar la selva. Partimos de playa en playa hacia el norte. Disfrutamos las palmeras en Palm Cove. Lindo paseo por las calles de Port Douglas, disfrutar su inmensa playa. Seguimos hasta Cape Tribulation. Todo se volvió más selvático, verde, húmedo. Nos alojamos en un hostel de selva. Era una construcción de madera cubierta de tela, entre los árboles, donde dormimos con los ruidos de la selvá.
Llego el día de la inauguración del Cairns Indigenous Art Fair, allá fuimos, a infiltrarnos en la inauguración, con una amiga. Pasamos como si nada, de ojotas, que se notaba no estábamos ni cerca de vestidas para la ocasión, aprovechamos el catering, por supuesto. Pasé los siguientes días, entre danzas aborígenes, los stands de cuadros, tejidos, pinturas, estampas. Talleres de los más variados. Ahí estaba en mi salsa, afirmando con total certeza que ese era el camino a seguir.
Quería acercarme más al arte aborigen, decidí empezar con festivales, por lo que llegue acá. De ahí pase a páginas de centros de arte y mande mil mails. Me fui contactando unos con otros, y mande más mails. Hasta que una cosa fue llevando a la otra. Llegue a un centro de arte que ofrece voluntariados, en un pueblo aborigen a 400 km de Alice Springs, la ciudad más grande del centro del país. Tienen plan de voluntariado muy interesante, ofrecen hospedaje y poner las manos a trabajar. Ahora planear como seguir avanzando para llegar. Comenzaron a surgir colores, tramas y dibujos estampas del viaje.
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